Gregorio Palamas (1296-1359), santo de la Iglesia ortodoxa, define a la Iglesia como "comunión de deificación": el bautismo y la Eucaristía forman el Cuerpo de Cristo y contribuyen a la deificación de los fieles que colaboran con la gracia. Así los santos no solo participan de Dios, sino que también lo comunican a los demás.
Entonces podemos comprender mejor la grandeza de María y su estado en la gloria. El cuerpo de María, que no solo acogió en su seno al Hijo eterno de Dios, sino que también lo engendró, ¿cómo no iba a ser elevado al cielo? Aquella de donde salió el sol, aparece como un cielo.
Y es sobre esto que el patriarca Jacob exclama: ¡este lugar es terrible, es verdaderamente la morada de Dios y la puerta del Cielo! (Gn 28, 16-17)1.
María es deificada porque, en la Anunciación, Dios se manifiesta a Ella no por mediación del fuego o del viento, como hizo con Moisés y Elías, sino "sin velo", y la naturaleza divina «le imprimió su forma y figura»2.
Por eso, hay más comunión entre Ella y nosotros. Ella nos deifica, nos transmite la vida divina: «Ella está entre Dios y la humanidad, hizo a Dios hijo del hombre y a los hombres hijos de Dios; Ella hizo de la tierra un Cielo e hizo divina nuestra raza»3.
Como en una cascada de luz o en una cadena de gracia, Ella es la "administradora" de las riquezas de Dios porque: «Solo por Ella habitó Cristo entre nosotros y fue visible en la Tierra y habitó entre los hombres (...) así y sin cesar, sin ella no se puede dar ningún progreso en la luz divina, ningún desvelamiento de los misterios divinos, ninguna visión de los dones espirituales»4.
Para Gregorio Palamas, es una ley eterna en los cielos que los menores, a través de los más grandes, se hagan partícipes de aquel que está sentado en los cielos y, como la Virgen es incomparablemente más grande que todos, a través de Ella seremos partícipes de la vida de Dios5.
Adaptado de : Encilopedia Mariana
1 Hom 37, 4-6; 2 Hom 37,2; 3 Hom 37,3 ; 4 Hom 37,8 ; 5 Hom 37,8