En un viaje a Kirguistán, hace dos años, como parte de mi trabajo con la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos para ayudar a la Iglesia en los países ex soviéticos, conocí a una anciana que había sido testigo de la brutal toma de su aldea por parte de los comunistas. Los soldados incendiaron la iglesia, mataron al sacerdote y desde entonces se prohibió la práctica religiosa.
Esta mujer reunía en secreto a los aldeanos en su casa después del anochecer y rezaban juntos el Rosario. No tenían sacerdote, ni sacramentos ni Biblias y muy poca esperanza para el futuro. La meditación de los misterios, la oración del “padrenuestro” y el “avemaría” les dio esperanza, gracias, valor y perseverancia. El Rosario era el único medio del que disponían estos cristianos perseguidos para aferrarse a la fe y transmitirla a sus hijos.
Esta reflexión me lleva a dirigiros una petición: si aún no lo están haciendo, los animo a que comiencen a rezar el Rosario todos los días. Solo toma unos 30 minutos, es profundamente eficaz, tanto para nuestra comprensión como para nuestra práctica de la fe. Es un camino seguro hacia una mayor santidad y un mayor amor. Todos los santos la recomiendan y la misma María promete que nos ayudará en los problemas y angustias que encontremos en nuestro camino hacia la casa del Padre.
Imagine que todos los católicos de nuestra diócesis lo rezaran pidiendo por el éxito de nuestros esfuerzos de evangelización. Ayudaría a preparar a nuestros católicos ya comprometidos para salir y dar testimonio del amor de Cristo con aquellos que no tienen contacto con la Iglesia y no practican su fe.
Recurrir a la poderosa intercesión de la Santísima Virgen María en este esfuerzo continuo nos asegurará las gracias que necesitamos para ser discípulos misioneros de nuestro Señor Jesucristo.
Monseñor Donald J. Hying, obispo de la diócesis de Madison, en Wisconsin, Estados Unidos (6 de octubre de 2021).
Adaptado y traducido del sitio www.madisoncatholicherald.com