26 de septiembre – Italia, Ancona: Nuestra Señora de las Gracias 1836 – Francia: Santa Teresa Couderc, fundadora de la Congregación de Nuestra Señora del Cenáculo (†1885)

María es el secreto de Dios

La vida de María fue oculta. Por ello, el Espíritu Santo y la Iglesia la llaman alma mater: Madre oculta y escondida. Su humildad fue tan profunda, que no hubo para Ella anhelo más firme y constante que el de ocultarse a sí misma y a todas las creaturas para ser conocida solamente de Dios.

Ella pidió a Dios pobreza y humildad. Y Él, escuchándola, tuvo a bien ocultarla en su concepción, nacimiento, vida, misterios, resurrección y asunción a casi todos los hombres. Sus propios padres no la conocían. Y los ángeles se preguntaban con frecuencia uno a otro: ¿Quién es ésta? (Cant 8,5)2 . Porque el Altísimo se la ocultaba. O, si algo les manifestaba de Ella, era infinitamente más lo que les encubría.

Por disposición divina, Dios Padre, a pesar de haberle comunicado su poder, consintió que no hiciera ningún milagro —al menos portentoso— durante su vida. Dios Hijo, a pesar de haberle comunicado su sabiduría, consintió en que Ella casi no hablara. Dios Espíritu Santo, a pesar de ser Ella su fiel Esposa, consintió en que los apóstoles y evangelistas hablaran de Ella muy poco y sólo en cuanto era necesario para dar a conocer a Jesucristo.

Por su grandeza excepcional, María es la excelente obra maestra del Altísimo, quien se ha reservado para sí el conocimiento y posesión de Ella.

María es la Madre admirable del Hijo, quien tuvo a bien humillarla y ocultarla durante su vida, para fomentar su humildad, llamándola mujer (ver Jn 2,4; 19,26)4, como si se tratara de una extraña, aunque en su corazón la apreciaba y amaba más que a todos los ángeles y hombres.

 María es la fuente sellada, en la que solo puede entrar el Espíritu Santo, cuya Esposa fiel es Ella. María es el santuario y tabernáculo de la Santísima Trinidad, donde Dios mora más magnífica y maravillosamente que en ningún otro lugar del universo, sin exceptuar los querubines y serafines; a ninguna creatura, por pura que sea, se le permite entrar allí sin privilegio especial.

San Luis María Grignon de Montfort, Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, 2-5.

Enciclopedia Mariana

 

Suscribirse es fácil (y también darse de baja).
No lo dudes: suscríbete hoy. ¡Es gratuito!