Hoy miércoles, día de los misterios gloriosos, meditemos el segundo misterio: la Ascensión, cuyo fruto es la esperanza.
Como relatan el evangelio de san Lucas y los Hechos de los Apóstoles, cuarenta días después de su Resurrección, nuestro Señor Jesucristo ascendió a los Cielos. “Entró en el cielo mismo para presentarse ahora a nuestro favor delante de Dios” (Hebreos 9:24). Cristo está constantemente ante el rostro de su Padre, no solo porque es el Hijo de Dios, igual al Padre, sino que también usa este derecho por nosotros. En efecto, la Ascensión es uno de los misterios esenciales de la salvación, en el que todos estamos llamados a participar. Cristo Jesús está en el Cielo, a la diestra de su Padre, como nuestro representante, nuestro pontífice, nuestro mediador. Él presenta sus méritos al Padre por nosotros y comunica incesantemente a nuestras almas, para santificarlas, el fruto de todos sus misterios: "Siempre vivo para interceder en favor nuestro " (Hebreos 7:25).
Este es un motivo profundo de esperanza. Pidámosle a Nuestra Señora que fortalezca esta esperanza, esta confianza en saber que Cristo está siempre vivo, siempre intercediendo por nosotros, y pidámosle también que nos haga anhelar el Cielo donde Cristo nos espera y nos atrae: "Así pues, si han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspiren a las cosas de arriba” (Col 3, 1-2). ¡Por la gracia de nuestro bautismo, que verdaderamente vivamos en espíritu en el Cielo!
Meditación propuesta por un monje de la abadía de Fontgombault.