Desde los primeros siglos, los Padres del Desierto, sumergidos voluntariamente en un "desierto del lenguaje", practicaban una forma de oración repetitiva. Ensartaban guijarros en una cuerda para llevar el ritmo y contar el número de recitaciones de pasajes de la Biblia.
Posteriormente se formaron “cordones de oración”, a partir del rezo del Padrenuestro, de ahí el primer nombre del Rosario en Occidente: el “paternoster”. De hecho, en los monasterios cistercienses, los hermanos laicos rezaban a menudo el Padrenuestro, mientras los hermanos monjes cantaban los salmos. Solían hacer nudos en el cordón que llevaban alrededor de la cintura.
Fue en el siglo XII, en el momento del gran auge de la devoción mariana, con la influencia de san Bernardo de Claraval, que apareció la palabra “rosario”, que designaba la corona de flores o “pequeño sombrero” que era colocado en la cabeza de la estatua de la Virgen María. Al Padrenuestro pronto se le añadieron las palabras pronunciadas por el ángel Gabriel durante la Anunciación: a esta nueva oración se le llamó "Salterio de Nuestra Señora". Las palabras del saludo a Isabel fueron agregadas más tarde.
Isabelle Rolland: Le rosaire présent du Ciel et chemin de sainteté (“El Rosario regalo del Cielo y camino de santidad”).