Hoy, jueves, día de los misterios luminosos, meditemos el primer misterio luminoso: el bautismo de Cristo, cuyo fruto es la vocación a la santidad y la fidelidad a las promesas bautismales (lectura de la Escritura: Mt 3, 11-13)
Este momento es sobrecogedor: Jesús, el Hijo de Dios, se hace el más pequeño, el más humilde, el último. Se hizo pobre para que pudiéramos ser ricos en la vida divina; nosotros mismos, si queremos que Cristo obre en nosotros las maravillas de su gracia, debemos tener un corazón tan pobre y humilde como podamos. En nuestro bautismo, se enciende un cirio para que su luz ilumine toda nuestra vida y la de nuestros hermanos.
Señor, tú que nos mostraste la fuerza divina que emana de las aguas del bautismo, ¡ayúdanos a percibir cuánto, por nuestro bautismo que nos ha hecho hijos de Dios, podemos vivir la vida de la Santísima Trinidad y dar los frutos que esta vida infunde en nosotros!
Meditación propuesta por la Asociación Notre-Dame de France.