Continuamos con la explicación sobre los frutos del Rosario, publicada en nuestra edición del 9 de octubre.
Cada misterio corresponde a un fruto espiritual, que el papa Juan Pablo II llama “fruto de santidad”.
Frutos de los misterios dolorosos. Primer misterio: la agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos (Mt 26, 36-50; Mc 14, 32-46; Lc 22, 39-48; Jn 18, 1-8): contrición, es decir, arrepentimiento por nuestros pecados). Segundo misterio: la flagelación de Jesús (Mt 27, 26; Mc 15, 15; Jn 19, 1): la mortificación de los sentidos y del cuerpo. Tercer misterio: la coronación de espinas (Mt 27, 27-30; Mc 15, 16-20; Jn 18, 37; Jn 19, 2-15): la mortificación de nuestros pensamientos y de nuestro espíritu. Cuarto misterio: Jesús carga con la cruz (Mt 2, 31-33; Mc 15,20-22; Lc 23,26-32; Jn 19,16-17): paciencia en las pruebas. Quinto misterio: la crucifixión y muerte de Jesús en la cruz (Mt 27, 34-61; Mc 15, 23-47; Lc 23, 33-56; Jn 19, 18-42): un mayor amor por Jesús, que murió para salvarnos.
Frutos de los misterios gloriosos. Primer misterio: la Resurrección de Jesús (Mt 28, 1-15; Mc 16, 1-18; Lc 24, 1-12; Jn 20, 1-28): fe. Segundo misterio: la Ascensión de Jesús al Cielo (Lc 24, 39-53; Mc 16, 19-20; Ac 1, 6-9): la esperanza y el deseo del Cielo. Tercer misterio: Pentecostés (Hch 1, 14 – 2, 47): la venida del Espíritu Santo a nuestras almas. Cuarto misterio: la Dormición y Asunción de María al Cielo (2 Reyes 2, 11; tradición de la Iglesia; Lumen gentium 59): la gracia de una buena muerte. Quinto misterio: la coronación de María en el Cielo (Ap 12,1; tradición de la Iglesia; Lumen gentium 59 y 68): mayor devoción a la Virgen María.
La contemplación y meditación de los misterios de la vida de Cristo, hechas en el marco del Rosario, son por tanto un camino de conversión para la mente y el corazón. El padre de Montfort concluye: “Tenga cuidado de considerar esta práctica como mezquina y de poca importancia para el vulgo, e incluso para muchos eruditos orgullosos. Ella es verdaderamente grandiosa, sublime y divina. Es el Cielo quien nos la dio y nos la dio para convertir a los pecadores más empedernidos y a los herejes más obstinados. Dios le ha atribuido gracia en esta vida y gloria en la venidera. Los santos la practicaron y los soberanos pontífices la autorizaron”.
Isabelle Rolland, folleto Le Rosaire présent du Ciel et chemin de sainteté (“El Rosario, regalo del Cielo y camino de santidad”).