Hoy lunes, día de los misterios gozosos, meditemos el primer misterio gozoso: la Anunciación, cuyo fruto es la humildad.
María, probablemente con 14 años de edad, está en Nazaret en el año 0, época de la Pax Romana (Paz Romana). Se toma un descanso, se recupera y medita sobre su compromiso con un hombre llamado José. El ángel Gabriel interrumpe esta calma y le anuncia: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios” (Lc 1,35). Ella entiende que va a quedar embarazada, pero no de José y que el nombre de este niño será Jesús.
Al anuncio del ángel, María responde aceptando cambiar sus planes personales para que se realice el plan de Dios, sin saber realmente cuál es y cómo puede realizarlo. Responde sin dudar: fiat (hágase). Confía en Dios. Sabe, sin embargo, que, al pronunciar este "sí, estoy de acuerdo", la ley judía, considerándola como adúltera, podría condenar a su Hijo a la muerte y a ella misma a la lapidación (Levítico 20, 10 o Deuteronomio 22, 22).
Con nuestra visión actual, ¿cómo podría haber reaccionado María sin esta confianza en Dios? “¿Por qué yo y no otra joven, por ejemplo, de Jerusalén? ¿Por qué ahora? Te propongo otro plan, Gabriel: ¡en un año, cuando esté casada con José! ¿Por qué me ofreces un plan tan peligroso? ¿Quieres que sea lapidada, Gabriel? Sabes muy bien que toda mujer encinta fuera del matrimonio debe ser apedreada, según la ley. ¡Tengo un plan mejor que este de Dios! ¿Me comprendes, amigo Gabriel?”.
Pero con la mirada humilde de la fe, la esperanza y el amor, podemos decir esto: “Señor Jesús, no entiendo tus planes, pero confío en ti, porque sé que me amas. Jesús, acepto tus planes para mí. Jesús, acepto entrar en la escuela de tu Madre, la Santísima Virgen, y dejarme instruir por ella”.
Meditación propuesta por Régis y Nicole Burrus.