29 de noviembre – Bélgica, Beauraing: La Virgen del Corazón de Oro (1932)

“Para un niño pequeño, ver a su padre rezando de rodillas a María es una lección de vida”

© https://accueil-beauraing.be
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Muy agotada hacia el final de su segundo embarazo, mi madre tenía que descansar por indicación del doctor. Temiendo por la salud de su futuro bebé, espontáneamente se dirige a María: “Oh, mi buena Santísima Virgen, si el parto sale bien, te consagro a mi hijo”. Así nací el 4 de diciembre de 1951 y me bautizaron el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción.

Las circunstancias de los primeros días de mi existencia, así como la fe que acompañó al embarazo de mi madre, quedaron impresas en mí. Mis padres me transmitieron esta deslumbrante verdad que me seguiría toda la vida: soy amado por Dios. Usando las palabras de la poeta Marie Noël en sus Notas íntimas, diría que Dios debe haber soplado demasiado fuerte sobre mi alma al nacer, nunca lo olvidé. Mi corazón se ha estremecido muchas veces de alegría por este soplo divino que lo anima.

La oración, como experiencia de una presencia, vino muy temprano a mi vida con el balbuceo del avemaría. Era sencillo, fácil, familiar. Recuerdo que en mayo rezábamos el Rosario por la radio con el mismo ritual. La familia se reunía en el salón, el obispo, o cardenal Léger, con voz monótona, rezaba la primera parte del avemaría. Contestábamos mecánicamente la segunda parte junto con las personas de la radio. Lo sentía largo y el ritmo demasiado rápido para mi gusto, pero estábamos juntos. Eso me daba seguridad.

Y luego, para un niño pequeño, ver a su padre rezando a María de rodillas es toda una lección de vida. Sobre todo, siento que María estaba feliz al vernos reunidos de esta manera. Era como decirle: "Mamá, te amo”.

La repetición del avemaría parecía rutinaria, como respirar, pero también podía expresar mi amor por esta otra Madre que me daba a luz invisiblemente, poniéndome en relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu. Fue suficiente para que la semilla de fe sembrada en mi alma se desarrollara y creciera a lo largo de mi vida. Y cuando amamos, por más que repitamos, ¡siempre todo es nuevo!

 

Jacques Gauthier, escritor canadiense. Extractos de su autobiografía, En sa présence (“En su presencia”) publicada en Francia por Editorial Artège y en Canadá, por Novalis.

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