5 de noviembre – Alemania: Sedes Sapientiae de Colonia (1280)

Las siete palabras de María citadas en el Evangelio

¿Podemos concebir, entre los hombres sencillos, una persona mejor que esta, que mereció convertirse en Madre de Dios, que durante nueve meses acogió al mismo Dios en su corazón y en su seno? ¿Qué tesoro mejor que este mismo amor divino, del cual el corazón de la Virgen fue el horno de fuego?

Así como de una vasija llena de un excelente vino solo puede salir un buen vino o como de un horno de fuego solo puede salir un fuego ardiente, así de la Madre de Cristo solo podía salir una palabra de amor y celo soberanos y soberanamente divinos.

El oficio de una maestra y de una dama sabia es pronunciar pocas palabras, pero claras y llenas de significado. Así, encontramos en el Evangelio, en siete ocasiones, solo siete palabras, de asombrosa sabiduría y fuerza, pronunciadas por la Santísima Madre de Cristo: así se muestra místicamente que estaba llena de la gracia septiforme.

Con el Ángel, ella habló solo dos palabras. Con Isabel, dos más. Con su Hijo, dos también, la primera vez en el Templo, la segunda en las Bodas. Con los criados de la boda, solo una palabra. Y en todo caso, hablaba muy poco. Pero se explayó aún más en la alabanza de Dios y en la acción de gracias, cuando dijo: "Alaba mi alma la grandeza del Señor..." (Lc 1, 45). Allí, no es con el hombre, sino con Dios con quien Ella habló.

Estas siete palabras las pronunció según los siete progresos y acciones de amor, observando una progresión y un orden admirable: son como siete llamas de su corazón ardiente.

Sermón de san Bernardino de Siena

https://www.riposte-catholique.fr/archives/170211

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