En su exhortación apostólica postsinodal Reconciliatio et paenitentia, del 2 de diciembre de 1984, el santo papa Juan Pablo II habla de las “heridas” actuales, tanto individuales como colectivas y analiza su fundamento.
“Sin embargo, por muy impresionantes que a primera vista puedan aparecer tales laceraciones, solo observando en profundidad se logra individuar su raíz: esta se halla en una herida en lo más íntimo del hombre. Nosotros, a la luz de la fe, la llamamos pecado; comenzando por el pecado original que cada uno lleva desde su nacimiento como una herencia recibida de sus progenitores, hasta el pecado que cada uno comete, abusando de su propia libertad”(1).
Durante el episodio del ciego de nacimiento (Jn 9,1-12), Jesús responde a una pregunta de sus discípulos: “"Vio [Jesús], al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?». Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios»”.
Jesús, por tanto, libera al hombre de la responsabilidad de esta enfermedad: no es ciego de nacimiento porque él o sus padres hayan pecado. Este ejemplo nos permite distinguir la diferencia entre pecado y nudo, aunque a veces los dos coincidan o mantengan un vínculo de causa y efecto. Así, para aclarar el significado de la palabra "nudo”, podemos decir que el pecado da como resultado uno o más "nudos", pero que no todos los nudos son necesariamente resultado de un pecado.
Isabelle Rolland, Marie qui défait les nœuds. D’un “miracle conjugal” à une dévotion universelle (“María Desatanudos. De «milagro conyugal» a devoción universal”), MDN 2022.
(1) Juan Pablo II, exhortación apostólica Reconciliatio et paenitentia, preámbulo, núm. 2.