El padre Jakob Rem, renombrado y estimado por su capacidad de discernimiento, su devoción y profundidad espiritual, fue muy apreciado por sus alumnos, quienes siguieron acercándose a él hasta su muerte. Entre sus antiguos alumnos estaba un tal Wolfgang Langenmantel, un aristócrata, que se había casado con Sophia Rentz. La pareja corría peligro ese año de 1612: los esposos discutían constantemente y la situación se hizo tan insoportable que consideraron seriamente, aun siendo fervientes católicos, el divorcio.
Fue entonces cuando Wolfgang Langenmantel tuvo la idea de ir a consultar al padre Rem. Llegó a pie al monasterio de Ingolstadt donde residía. Los dos hombres rezaron larga y fervientemente ante a la pintura Mater Ter Admirabilis, luego, el padre Rem le pidió a Wolfgang que regresara varias veces. El hombre fue cuatro veces a Ingolstadt a ver al sacerdote y a orar con él. Durante la tercera visita, el padre Rem le sugirió a Wolfgang que, para su próxima visita, trajera su lazo nupcial.
Este lazo nupcial era una costumbre bastante local: mientras intercambiaban su promesa, las manos unidas de los futuros esposos eran atadas con un lazo nupcial, que simbolizaba el carácter indisoluble de su unión. Los esposos conservaron el lazo, signo visible de su mutuo compromiso ante Dios.
El 28 de septiembre de 1615 tuvo lugar en la capilla del monasterio un acontecimiento tan extraordinario como decisivo para el futuro de la pareja. Mientras rezaba, el padre Rem tuvo la intuición de presentar frente al cuadro de la Virgen Mater Ter Admirabilis el lazo nupcial, en la que habían atado tantos nudos como problemas maritales. Mientras oraba para desatar el último nudo de la cinta, se volvió "deslumbrantemente blanca". Al mismo tiempo, Wolfgang Langenmantel sintió en su corazón que estaba libre de todo resentimiento y que la pareja se había salvado del naufragio. Por lo tanto, la respuesta a la oración se manifestó de dos formas: en el corazón de Wolfgang y por un signo visible, a saber, la blancura de la cinta.
La historia de este milagro conyugal, recogida en el exvoto del cuadro de María que desata los nudos, tiene una posteridad que nadie hubiera podido sospechar. Dio a luz a una nueva devoción gracias, en particular, al futuro papa Francisco. Laicos comprometidos, artistas, sacerdotes y el fervor popular hicieron el resto.
Isabelle Rolland, Marie qui défait les nœuds. D’un “miracle conjugal” à une dévotion universelle (“María Desatanudos. De un ‘milagro matrimonial’ a una devoción universal”), MDN 2022.