Hace un siglo, en 1921, tuvo lugar un atentado contra Nuestra Señora de Guadalupe en la antigua basílica de Ciudad de México. Ese día la imagen mariana estaba protegida por un crucifijo. «Querían destruir su imagen bendita», dice el padre Eduardo Chávez, doctor en historia de la Iglesia y director general del Instituto de Estudios Guadalupanos.
El 14 de noviembre de 1921, «alrededor de las 10:30 a. m., explotó una bomba de dinamita escondida entre las flores. Los escalones del altar y el sagrado objeto de nuestro Señor crucificado quedaron dañadas, (el segundo cayó al suelo y quedó doblado)». La explosión dobló el crucifijo, que ahora se conoce como «Santo Cristo del Atentado» o «Santo Cristo del Bombardeo». (…) La historia precisa que el vidrio del cuadro que protegía la imagen de la Virgen de Guadalupe, ¡ni siquiera se rompió!
Este ataque presagiaba la persecución religiosa que ocurriría en México años después, bajo el gobierno de Plutarco Elías Calles.
Según el padre Chávez, la Virgen de Guadalupe «nos quita el miedo» y «nos da fe y esperanza para vivir en el amor». El sacerdote recordó que «la santísima imagen de la Virgen de Guadalupe lleva a Jesús en su vientre inmaculado. Este está en el centro de la imagen y por eso es un signo de la Iglesia». En este sentido, explica, «al querer destruir la imagen, intentaron destruir a la Iglesia misma y no pudieron, porque viene de Dios».
«Como no pudieron destruir la imagen de la Virgen de Guadalupe, nunca debemos destruirla en nuestro corazón, en nuestra familia, en nuestra comunidad o en nuestra Iglesia», advierte el P. Chávez. «La Virgen de Guadalupe está para darnos a Jesucristo nuestro Señor, su Hijo amado, él que es el centro de la Iglesia».
Catholic News Agency, 20 de noviembre de 2021.