Estaba en un viaje de negocios de tres días en un taller de trabajo en Barcelona, España, una ciudad que no conocía. El miércoles por la noche, como tenía dos horas de tiempo libre, aproveché para separarme de mis compañeros e ir a hacerme la prueba de antígenos y así asegurarme el vuelo de regreso al día siguiente.
Con el test negativo en el bolsillo, deambulé primero rezando el Rosario por la Basílica de la Sagrada Familia, luego en dirección al restaurante al que se suponía que debía ir. Mientras tanto meditaba en los misterios luminosos...
Habiendo llegado al final del cuarto misterio, me di cuenta de que no era jueves sino miércoles, y que ese día tocaba rezar los misterios gloriosos. Qué pena. Seguí mi camino y, en el quinto misterio, el de la Institución de la Eucaristía, pedí por que cada uno de mis hijos pudiera asistir a Misa diariamente…
Habiendo llegado al final de esa decena y de mi Rosario, me encontré frente a una iglesia. Entré. Eran las 19:35, ¡comenzaba una Misa! Así que discretamente me uní a los demás fieles. María me esperaba allí, porque fui la primero cuya oración, dicha mientras rezaba mi Rosario, sería escuchada para afirmar claramente que el Rosario es escuchado y es eficaz. Porque, al haberme perdido en una ciudad extranjera, cuyo idioma no dominaba, teniendo en mi corazón inquietudes profesionales u organizativas, había rezado para que el viaje saliera bien, ¡pero se me había olvidado pedir que pudiera asistir a Misa!
¡Mi ángel de la guarda me ayudó a hacer una petición relacionada con la Misa, dirigiendo mis pensamientos hacia la meditación de los misterios luminosos!
Testimonio de Etienne enviado a la Asociación Marie de Nazareth.