En mis años de infancia, yo interactuaba naturalmente con mis amigos protestantes. A veces, mencionaban esos falsos clichés sobre los católicos, a saber, que adoramos a María y al Papa. Por eso, me gustaba decirles que para mí Jesús tenía el primer lugar e incluso que yo vivía muy bien mi fe sin María.
Mientras trabajaba como voluntaria en Lourdes, en el Servicio de Jóvenes (entonces era estudiante de obstetricia(1), conocí a un joven sacerdote, oblato de María Inmaculada, y le pregunté sobre María, el Rosario, etc. Me respondió que el Rosario era la oración de los pequeños y de los pobres, y eso me conmovió. Empecé a rezar el Rosario en comunión con ellos, siendo yo también demasiado pequeña y pobre. Como don inicial del Señor, los primeros misterios de gozo parecieron estar hechos para mí y mi misión: estos misterios del anuncio de la gestación, del encuentro entre María e Isabel, ambas esperando a un niño; del parto, me ayudaron a orar por las mujeres a las que yo tenía que aprender a acompañar y a hacerme cargo. Posteriormente, durante el noviciado, cada decena del Rosario estuvo ligada a una palabra del Evangelio y a una intercesión por las personas.
Aquí, en la Iglesia de Camerún, María ocupa un lugar muy importante. Los primeros misioneros católicos, a su llegada, consagraron Camerún a María.
Juntos, nos gusta cantar, "Tú eres, María, la primera en el camino. Tú nos ayudas a mantener nuestro sí ante los imprevistos de Dios. Camina con nosotros, María, por nuestros caminos de fe". También nos gusta terminar la Misa bailando con "Anna Maria éé” u otros cantos en el idioma local.
En el hospital, donde la jornada comienza con la oración del personal de enfermería —católico y protestante—, rezamos a María. Personalmente, a menudo le pido que me ilumine y enseñe su modo maternal de vivir las situaciones, como en Caná o como en la cruz, o en su escucha "atenta a la Palabra".
(1)Parte de la medicina que se ocupa del embarazo, el parto y el período de tiempo posterior a este.
Testimonio de Cathy