En junio de 1675, en la octava del Corpus Christi, Jesús se apareció a sor Margarita María, religiosa del convento de las visitandinas en Paray-le-Monial (Saône-et-Loire, en el centro de Francia) y le reveló su Corazón diciéndole esta célebre frase:
“He aquí este Corazón que ha amado tanto a los hombres, que no ha escatimado en nada hasta el punto de agotarse y consumirse para mostrarles su amor; y, como agradecimiento, solo recibo de la mayoría de ellos ingratitud, por su irreverencia y su sacrilegio, y por la frialdad y desprecio que me tienen en este sacramento de amor. Pero lo más sensible para mí es que son los corazones consagrados a mí quienes actúan así”.
Por eso, el Señor pidió la institución de una festividad para venerar su Corazón. Otra petición le hará a la santa de Paray le Monial, la de una consagración de Francia al Corazón de Jesús por aquel cuyo nacimiento había sido el motivo, en 1638, de la consagración de Francia a la Virgen María por parte del rey Luis XIII. No se sabe si Luis XIV, su hijo, estaba al tanto del mensaje. Lo cierto es que no respondió. Los sucesores de Luis XIV tampoco se preocuparán por la petición de Margarita María, aunque aparentemente fueron conscientes de ella.
Pero hubo otra llamada del Corazón de Jesús y de María a través de las apariciones de la Virgen en el siglo XIX y a través de santa Teresita. Y si las autoridades oficiales no respondieron, el pueblo cristiano tomó en serio la llamada del Sagrado Corazón: se fundaron muchas congregaciones bajo el patrocinio del Sagrado Corazón. Este movimiento, que comenzó bajo el Imperio, creció a partir de 1820: 73 congregaciones dedicadas al Sagrado Corazón fueron fundadas en el mundo católico, entre 1820 y 1850; 144 entre 1851 y 1900, muchas de ellas en Francia.
Fue también una época en que la espiritualidad mariana estaba en pleno renacimiento en Francia, con fundadores como Guillermo José Chaminade, fundador de los marianistas; Juan Claudio Colin, de los maristas; el padre Libermann, renovador de los espíritas; el padre Desgenettes, iniciador en 1836 del culto al “Santo e Inmaculado Corazón de María, refugio de los pecadores” en la basílica de Nuestra Señora de las Victorias; el obispo Eugenio de Mazenod, fundador de los Oblatos de María Inmaculada; etc.
Es también la época de las grandes apariciones marianas. El simbolismo de los dos Corazones está presente desde el principio a través de la “Medalla Milagrosa” pedida por la Virgen a Catalina Labouré durante las apariciones en la calle del Bac (1830). Encontramos también este simbolismo de los dos Corazones en Pontmain (1871), donde aparece una pequeña cruz roja sobre el pecho de la Virgen, en el lugar del Corazón; y en Pellevoisin (1876), donde la Virgen recomienda a la pequeña Estela Faguette el escapulario del Sagrado Corazón y le dice en la séptima aparición: “El Corazón de mi Hijo abriga tanto amor por el mío que no puede rechazar mis peticiones”.
Padre Martín Pradère, adaptado de su artículo publicado en el semanario France Catholique (Francia Católica), del 16 de septiembre de 2020.