Dedicado a Nuestra Señora de la Anunciación, el santuario de Puy-en-Velay (suroeste de Francia) es uno de los más antiguos de Europa. Esto es lo que cuenta la tradición: en el siglo V, bajo la inspiración de María, una mujer que padecía fiebre fue a un lugar que era uno de los más altos de la región y allí se acostó sobre una antigua mesa de piedra. Apoyada en la fe y oración a María, quedó curada.
San Escutario, obispo de Le Puy, hizo construir entonces la primera iglesia catedral de Le Puy, entre el 415 y el 430. Debía de estar particularmente convencido de la autenticidad de la aparición de la Virgen María en el dolmen, ya que la colocó en el interior. La iglesia es bastante excepcional. El canónigo Fayard, historiador local, imagina que la fecha del 11 de julio podría haber sido elegida para la dedicación de la iglesia por el aniversario de la aparición de la Virgen en el lugar.
En este santuario, innumerables peregrinos —entre ellos papas, reyes y santos— han sido consolados por la Madre de Dios, sobre todo, con motivo de los "Grandes Indultos" o "Jubileos". El 11 de febrero de 1856, el papa Pío IX honró este santuario con el título de basílica. Es una manera de mostrar a todos la importancia, el resplandor, de un lugar fuente de vida cristiana.
Según la tradición, el origen del santuario es contemporáneo a la solemne proclamación de la maternidad divina de María por el Concilio de Éfeso (431).
Le Puy parece, pues, un lugar importante elegido tempranamente por María para hacer visible y concreta en Europa su maternidad divina. La oración que más amamos en Le Puy es el Ángelus donde, tres veces al día, con María, acogemos con alegría la venida del Hijo de Dios entre nosotros. También cantamos muy a menudo la Salve Regina.