Era el 8 de diciembre de 2015, fiesta de la Inmaculada Concepción, un día en que la Misa es obligatoria para los católicos. Así que fui esa noche. Después de la Misa, me quedé un momento. Un rincón de la iglesia estaba bellamente decorado con una imagen pintoresca de la aparición milagrosa de la Virgen de Guadalupe al campesino mexicano Juan Diego, en 1531, un encuentro que provocó una ola de casi diez millones de conversiones en América, en la década siguiente. Miré la pintura por un rato, pensando en la Inmaculada Concepción, pensando en ella, queriendo entender. Dije esta oración que había estado rezando desde marzo anterior: “Jesús, muéstrame a tu Madre”.
Al salir, escuché una voz que me decía algo. No era una voz audible, sino un pensamiento que había entrado en mi mente desde afuera y me habló al corazón. Pero esa voz era inequívoca y me hizo detenerme y escuchar: “Conságrate a mí”.
No era la primera vez que escuchaba esa voz. Antes la había oído durante la Misa en otra fiesta mariana, el día de la Asunción, el 15 de agosto. Había hecho esta misma oración, pidiéndole a Cristo que me hiciera conocer a su Madre, que me ayudara a comprender el lugar que ella debe ocupar en mi vida espiritual. Y durante esa Misa escuché: “Mi alma glorifica al Señor”.
Era una frase algo familiar: la primera frase del Magníficat, “magnificat anima mea Dominum”, que literalmente significa "mi alma glorifica al Señor". Pero la metáfora de pronto me pareció nueva; volví a casa, la escribí y reflexioné sobre su significado.
María nos ofrece el perfil de un alma humana tan completamente unida a Dios que se vuelve transparente. Ella no se nos muestra a sí misma, sino a Dios en ella, la Palabra que se hizo carne por nosotros. En su persona manifiesta la esencia de la vida cristiana: la criatura que se entrega con plena confianza a su Creador. Su humildad y apertura a Dios glorifican la magnitud de su obra redentora, la vasta extensión que atraviesa para acercarse a nosotros, para construir su casa entre nosotros. María, llena de gracia, encarna la restauración de la imagen divina grabada en la criatura humana.
Rine, Abigail (2018). Into the Deep: An Unlikely Catholic Conversion (págs. 163-165): Cascade Books (extracto traducido del inglés)