La Virgen María tiene una importancia capital en mi vida. Después de ser bautizada y haber recibido todos los sacramentos (Primera Comunión, Confirmación, Matrimonio…), me alejé de la Iglesia hacia los 23-24 años, permaneciendo cerca de Dios a través de oraciones espontáneas de acción de gracias —consciente de haber recibido mucho— y a través de momentos de comunión espiritual ante la belleza de la naturaleza o al ayudar a otros.
A la edad de 56 años, durante una prueba muy grande (la muerte de un ser querido), regresé a la Iglesia. Soy consciente de que fue María quien me tendió los brazos. Cuando estaba en una iglesia, sentía un gran consuelo, me sentía arropada por ella. Y poco a poco volví a la Misa dominical, me uní a un coro, hice retiros. Tenía una devoción muy grande a la Virgen María.
El siguiente paso fue mi primer viaje a Medjugorje (Bosnia y Herzegovina). Durante 5 días, tuve la sensación de flotar en un lugar entre el Cielo y la Tierra. Estaba como en una nube. Y, a partir de ahí, todo se aceleró: misteriosa reconciliación con una persona con la que había tenido un juicio diez años antes, gracias a la intervención de María; cambio significativo en mi vida de pareja: estando divorciada y viviendo en una relación marital, me contentaba con una comunión espiritual y eso me bastaba. Y fue en Medjugorje donde sentí profundamente un fuerte deseo de comulgar. ¡Gracias a la Virgen María mi compañero aceptó que ahora vivamos como hermano y hermana para permitirme comulgar! ¡María es muy poderosa!
Testimonio recibido el 16 de diciembre de 2021 en la Asociación Marie de Nazareth