El papa Francisco autorizó, el 13 de diciembre de 2021, la promulgación por parte de la Congregación para la Causa de los Santos de un decreto reconociendo un milagro atribuido a la intercesión de la beata María Rivier (1768-1838), quien fundó la comunidad de las Hermanas de la Presentación de María. Juan Pablo II la había beatificado el 23 de mayo de 1982. Este reconocimiento abrió el camino para su canonización.
Con una fe vigorosa, la monja de la diócesis de Viviers, en Ardèche (Francia), fundó su congregación en la época de la Revolución Francesa, cuando muchas órdenes monásticas se disolvieron y las religiosas se dispersaron.
Niña muy vivaz, la futura santa fue víctima de un incidente en abril de 1770, cuando apenas tenía 16 meses: se cayó de la cama, lesionándose gravemente la cadera. Quedando lisiada después de esa caída, no cesó durante cuatro años de suplicar a la Virgen María que la curara, orando frente a una estatua de la Piedad.
«Si me curas, te traeré muchos niños, te los educaré», le prometió a la Santísima Virgen. A pesar de las hostilidades a las que fue sometida en un contexto anticlerical, el 21 de noviembre de 1796, fundó las Hermanas de la Presentación de María, dedicadas a la educación de niños y jóvenes, especialmente de los más pobres y desamparados. «La buena semilla que siembren en sus corazones les beneficiará a su tiempo, yo tengo experiencia… así que ánimo…», repetía a sus hermanas.
Creó muchas escuelas rurales y dirigió misiones y retiros espirituales. Cuando murió a los 69 años, María Rivier había fundado 141 escuelas en 14 diócesis y más de 350 hermanas se habían unido a ella para continuar su trabajo. Hoy, las Hermanas de la Presentación de María son 988 en el mundo, repartidas en 18 países.
Adaptado de: Aleteïa