¿Podemos consagrar nuestro país? Podemos suponer la dificultad: no todas las personas en un país son creyentes o rezan, y no se puede decidir por ellas.
Hay consagración personal o grupal porque la consagración requiere libertad, con todo rigor. Para la consagración de un país, hay que hablar de consagración votiva: no es una consagración formal (que requiere consentimiento), es una intercesión en favor del país (1).
Es excelente consagrar el propio país, porque así como el pecado es personal y tiene consecuencias sociales, la oración de consagración es personal, pero tiene consecuencias sociales. La consagración a Jesús por manos de María obra milagros en la vida de los cristianos, pero también en la vida de los países.
Juan Pablo II dio el ejemplo:
«Todo pecado es personal bajo un aspecto; bajo otro aspecto, todo pecado es social, en cuanto y debido a que tiene también consecuencias sociales. [...] En manos de esta Madre, cuyo “Fiat” marcó el comienzo de la “plenitud de los tiempos”, en quien fue realizada por Cristo la reconciliación del hombre con Dios y en su Corazón Inmaculado —al cual he confiado repetidamente toda la humanidad, turbada por el pecado y maltrecha por tantas tensiones y conflictos— pongo ahora de modo especial esta intención: que por su intercesión la humanidad misma descubra y recorra el camino de la penitencia, el único que podrá conducirlo a la plena reconciliación» (2).
Equipo de Marie de Nazareth
Ver también: Encyclopedia Mariana
(1) Cf. LAURENTIN, R. (1991). Retour à Dieu avec Marie (Volver a Dios con María; pp 79-88), Paris: OEIL.
(2) Juan Pablo II, exhortación apostólica Reconciliatio et poenitentia § 15 y 35.