Aquellos a quienes Dios les concede presenciar una aparición, pueden no saber cómo hablar de ella. Sus confesores deben, por tanto, estar atentos hasta que con el tiempo esas apariciones den sus frutos; deben observar cómo poco a poco el alma gana en humildad y se fortalece en la virtud porque, si se trata del diablo, pronto se manifestará con signos evidentes, se le sorprenderá en mil mentiras.
Si el confesor tiene experiencia, si ha pasado por ello, pronto entenderá todo. Por la historia que le será contada, comprenderá inmediatamente si es Dios o la imaginación o el diablo [quien actúa]. Sobre todo, si Su Majestad le concedió conocer los espíritus, si tiene ese don y es erudito, aunque no tenga experiencia, lo verá muy bien.
Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia († 1582), El castillo interior IX, 11.
Y también: Enciclopedia Mariana