«Todos los domingos por la tarde, una alarma en mi teléfono me recuerda enviar un mensaje de texto a una Cadena de Rosario, un grupo de unos 25 miembros de la familia que rezamos juntos el Rosario todos los domingos por la noche con la aplicación Zoom. Esta reunión semanal mantuvo a mi familia unida después de la muerte de nuestra madre, quien falleció justo antes del inicio de la pandemia.
Este momento de unión, provocado por la muerte de mi madre, se convirtió en un momento en el que las diferencias, a menudo insuperables en tantas familias, también se hicieron presentes. Nos encontramos en un periodo de intensas divisiones políticas y sociales.
Nuestro duelo colectivo e individual fue intenso. Fue difícil aislarnos unos de otros, pero aprovechamos la distancia, ya que nuestra visión de la pandemia no siempre fue la misma. Mi familia inmediata, por ejemplo, usaba cubreboca de manera notoria y practicaba el distanciamiento social.
Pero nuestro Rosario semanal nos dio la oportunidad de permanecer unidos en la reflexión compartida de nuestro dolor. Semana tras semana, rezamos con nuestro padre, un converso al catolicismo, quien guía a sus hijos a los que educó también como católicos. La voz de mi padre a menudo se rompía por la emoción y, desde todas partes del Midwest, donde se encuentran nuestras familias, todos nos esforzábamos por superar las divisiones causadas por el dolor.
Sin embargo, a medida que pasan las semanas, a veces me es doloroso participar en el Rosario, encontrar un vínculo con mi familia a través de la oración. Me pongo rígida. Finjo una sonrisa y trato de recordar a las dos mujeres a las que honramos: mi madre y la Santísima Virgen. A menudo mi oración es escuchada y al final del Rosario siento el vínculo y la paz que promete la oración en común».
Adaptado de Molly Jo Rose, U.S. Catholic, 22 septiembre 2021