En el siguiente extracto del libro de Luisa Picarreta*, la Virgen María evoca los nueve meses durante los cuales llevó a Jesús en su seno:
“La pequeña humanidad de Jesús creció unida hipostáticamente* a su divinidad. Mi vientre materno era muy pequeño y oscuro: allí no había ni un rayo de luz y vi allí a Jesús inmóvil y sumido en la noche profunda.
Para ahuyentar al hombre de la oscuridad tan profunda en la que él mismo se había encerrado, hasta perder la capacidad de hacer el bien, Jesús escogió la dulce prisión del vientre de su Madre y, voluntariamente, permaneció inmóvil durante nueve meses.
Hija mía, ¡si supieras cuánto sufrió mi corazón materno el martirio de saber al niño Jesús llorando y suspirando en mi vientre! Delirante de amor, su corazón hacía oír sus palpitaciones en todas las almas para que se volvieran hacia la luz de su divinidad. De hecho, fue por amor a ellos que voluntariamente cambiaría su luz por la oscuridad, para que cada alma estuviera en la verdadera luz y segura.
Hija mía querida, ¿cómo puedo describirte los sufrimientos indescriptibles que soportó mi pequeño Jesús en mi seno? Aquel que era Dios y poseía la sabiduría perfecta, tuvo un amor tan grande por los hombres, que apartó, en cierto modo, los mares infinitos de alegría, bienaventuranza y luz que le pertenecían, y hundió su pequeña humanidad en los mares de tinieblas, amarguras y miseria que las criaturas le habían preparado. El niño Jesús lo cargó todo sobre sus hombros como si todo le perteneciera.
Un día tu mamá sintió que ya no podía guardarlo dentro. Océanos de luz y de amor me inundaron, y así como él fue concebido en un océano de luz, salió de mi vientre en un océano de luz”.
Luisa Picarreta, mística italiana (1865-1947). Extracto de su libro La Virgen María en el reino de la divina voluntad, escrito en 1932 obedeciendo a su confesor, el P. Benedetto Calvi.
*Hipostáticamente significa que en la persona de Jesús estaban unidas la naturaleza divina y la humana.