“Al llegar la plenitud de los tiempos envió, Dios a su Hijo, nacido de mujer”
Con estas palabras de la Carta a los Gálatas (4, 4) el apóstol Pablo relaciona entre sí los momentos principales que determinan de modo esencial el cumplimiento del misterio “preestablecido en Dios” (cf. Ef 1,9). El Hijo, Verbo consubstancial al Padre, nace como hombre de una mujer cuando llega “la plenitud de los tiempos”. Este acontecimiento nos lleva al punto clave en la historia del hombre en la tierra, entendida como historia de la salvación.
Es significativo que el Apóstol no llama a la Madre de Cristo con el nombre propio de “María”, sino que la llama “mujer”, lo cual establece una concordancia con las palabras del Protoevangelio en el libro del Génesis (cf. 3, 15). Precisamente aquella “mujer” está presente en el acontecimiento salvífico central, que decide la “plenitud de los tiempos” y que se realiza en ella y por medio de ella.
De esta manera inicia el acontecimiento central, acontecimiento clave en la historia de la salvación: la Pascua del Señor.
Juan Pablo II, carta apostólica Mulieris dignitatem, núm. 3, 15 de agosto de 1988.
Enciclopedia Mariana