9 de diciembre – Primera aparición de la Virgen de Guadalupe en México

María, en el plan de Dios

Algunos cristianos creen que la Inmaculada Concepción es incompatible con la santidad única de Dios y el poder redentor de Cristo. Dada la gravedad de la falta original y su impacto universal, ningún creyente debería menospreciar la importancia del sacrificio de Cristo en la cruz diciendo que no fue suficiente.

Pero este no es el caso de la Inmaculada Concepción. Los no católicos tienen la impresión de que la Inmaculada Concepción significa que María habría merecido este honor y que su santidad le llegaría por sus propias acciones o por el mero hecho de existir. Pero esto es completamente falso y no representa la enseñanza de la Iglesia Católica.

Mientras todos los hombres nacen con la mancha del pecado original (del cual somos salvados por la fe y el bautismo en Cristo), la Iglesia enseña que María fue santificada por la gracia de Dios en el momento de su concepción en el vientre de su madre. Esta “santidad deslumbrante absolutamente única” con la que es “enriquecida desde el primer momento de su concepción” (Lumen gentium 56) le viene enteramente de Cristo: es “redimida de manera eminente en consideración a los méritos de su Hijo” (LG 53). Más que a cualquier otra persona creada, el Padre “la bendijo con toda bendición espiritual, en el Cielo, en Cristo” (Efesios 1:3). Él “la escogió en él, desde antes de la fundación del mundo, para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor” (Catecismo de la Iglesia Católica 492).

Adaptado de un artículo de René Albert para el sitio de internet católico Patheos, julio de 2020.

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