En Siracusa, el Santuario de Nuestra Señora de las Lágrimas (Madonna delle Lacrime) es el santuario más reciente de Sicilia, pero también uno de los más frecuentados, al que acude gente de todo el mundo.
Todo comenzó con un bajorrelieve de yeso pintado, que representaba a la Virgen María y su Corazón Inmaculado coronado de espinas y con llamas (como en Fátima). El bajorrelieve se encontraba en una casa humilde, a la cabecera del lecho del matrimonio Lannuso. Del 29 de agosto de 1953 al 1 de septiembre de 1953, el bajorrelieve derramó lágrimas, las cuales han sido analizadas.
El episcopado de Sicilia realizó una investigación que resultó positiva, reconoció el origen sobrenatural del fenómeno y promovió su culto. Se inició entonces la construcción de un gran santuario.
Leyendo la historia de la Iglesia en los cortos años que precedieron a este evento en Siracusa, resulta que hay un vínculo con el mensaje de la Virgen en Fátima, en Portugal.
En efecto, entre el 30 de octubre y el 8 de noviembre de 1950, en los días que enmarcaron la definición solemne del dogma de la Asunción, el papa Pío XII vio que se repetía —para él solo—, en los jardines del Vaticano, el milagro del sol del 13 de octubre de 1917. Luego, en mayo de 1952, Nuestra Señora se apareció nuevamente a Sor Lucía para decirle que todavía estaba esperando la consagración de Rusia. Luego, el 7 de julio de 1952, Pío XII, con la carta apostólica Sacro Vergente Anno, “consagra y promete de manera muy especial a todos los pueblos de Rusia al Inmaculado Corazón de María”. Rusia se nombra en el texto, pero no hubo una ceremonia pública y solemne, y los obispos de todo el mundo no fueron llamados a unirse. Durante el verano que siguió, Sor Lucía escribió sobre esta consagración: “Lamento que no se haya hecho como Nuestra Señora lo pidió”.
Es en este contexto, del 29 de agosto al 1 de septiembre de 1953, en Siracusa, que el bajorrelieve del Inmaculado Corazón de María comenzó a llorar y a obrar muchos milagros que conmocionaron al mundo entero... Pío XII, aparentemente, no vio el vínculo con Fátima. En cambio, el papa Juan Pablo II lo menciona explícitamente en su homilía en la dedicación del santuario:
“Las lágrimas de María corren en las apariciones con las que ella de vez en cuando acompaña a la Iglesia en su peregrinación por los caminos del mundo. María llora en La Salette, a mediados del siglo pasado, antes de las apariciones de Lourdes, en un período durante el cual el cristianismo en Francia afronta una creciente hostilidad.
Llora también aquí en Siracusa, al término de la Segunda Guerra Mundial. Se puede comprender dicho llanto precisamente en el marco de esos hechos trágicos: la inmensa hecatombe causada por el conflicto; el exterminio de los hijos e hijas de Israel; y la amenaza para Europa que proviene del este, constituida por el comunismo declaradamente ateo.
Las lágrimas de la Virgen pertenecen al orden de los signos. Dan testimonio de la presencia de la Madre Iglesia en el mundo. Una madre llora cuando ve a sus hijos amenazados por algún mal, espiritual o físico”(1).
(1) Papa san Juan Pablo II, tomado de la homilía del 6 de noviembre de 1994, en la consagración del Santuario de Nuestra Señora de las Lágrimas, en Siracusa, Sicilia (Italia).
Y también: Enciclopedia Mariana