Maria Winovska, escritora y periodista católica polaca residente en París que murió en 1993, escribió en los años comunistas, antes de la caída de este régimen en Polonia, lo siguiente:
A pesar de la persecución religiosa que hace estragos en Polonia desde hace más de treinta años, la afluencia de peregrinos a Nuestra Señora de Czestochowa, lejos de disminuir, aumenta y se intensifica en fervor. Recordemos brevemente la historia de la Virgen Negra de Jasna Gora, icono de origen bizantino.
Esta historia se remonta al siglo XIV, pero su origen viene de mucho más atrás. Hacia 1382, el príncipe Ladislas d'Apole llevó el icono a Jasna Gora y confió su custodia a los ermitaños de San Pablo, que desde entonces no han dejado de responder a su petición. Nunca desde entonces el santo icono ha abandonado el retablo del santuario, hasta donde llega la memoria y según el testimonio de las más antiguas crónicas. Por lo tanto, no fue la "defensa de Czestochowa" lo que lo hizo famoso, sino que, por el contrario, fue el carácter sagrado del famoso icono lo que provocó la feroz resistencia de un puñado de hombres que, con alegría, arriesgaron sus vidas en lugar de entregar a "su Reina" en manos impías y sacrílegas.
Para captar en toda su extensión el memorable acontecimiento que fue el sitio de Jasna Gora por los suecos (1655), sería necesario comprender el culto a los iconos desconocidos en Occidente, los cuales, si bien son de origen sagrado, tienen también un significado litúrgico. Su único fin no es instruir como la "Biblia de los pobres" de nuestras catedrales, sino hacer presente la realidad que representan.
Así, la Virgen Negra de Jasna Gora es para los polacos mucho más que una pintura o incluso una reliquia venerable... Buscan y encuentran allí una presencia misteriosa, como si la Reina del Paraíso se sintiera complacida en Jasna Gora por el culto que se le dispensaba a su retrato.