5 de agosto – Italia, Roma: Consagración de la Basílica de Santa María la Mayor (v. 435) – León XIII escribe los textos litúrgicos de la festividad del Santo Rosario

El poder del Rosario, más fuerte que el de las armas.

Ninguno de nosotros ignora, venerables hermanos, qué tormentos y qué luto trajeron a la Santa Iglesia de Dios, hacia finales del siglo XII, los herejes albigenses que, engendrados por la secta de los últimos maniqueos, cubrieron el sur de Francia y todos los demás países del mundo latino con sus perniciosos errores. Llevando por todas partes el terror de sus armas, extendieron por dondequiera su dominación mediante el asesinato y la destrucción.

Contra este flagelo, Dios levantó, en su misericordia, al ilustre padre y fundador de la Orden Dominica. Este héroe (…) avanzó contra los enemigos de la Iglesia Católica, animado por el Espíritu de lo alto; no con la violencia ni con las armas, sino con la fe más absoluta en esta devoción al santo Rosario, que él fue el primero en divulgar y que sus hijos han llevado a los cuatro rincones del mundo. Previó, en efecto, por gracia divina, que esta devoción, como poderosa máquina de guerra, haría huir a los enemigos y confundiría su audacia y su insensata impiedad. Y esto es, de hecho, lo que ha justificado lo sucedido.

Gracias a esta nueva manera de orar, aceptada y luego regularmente puesta en práctica por la institución de la Orden del santo padre Domingo, la piedad, la buena fe, la armonía, comenzaron a arraigar de nuevo y los proyectos de los herejes, así como sus artificios, comenzaron a decaer. Gracias a ella nuevamente, muchas personas perdidas han sido devueltas al camino recto; y la furia de los impíos fue contenida por las armas católicas que se habían levantado para repeler la fuerza con la fuerza.

Papa León XIII (1810-1903)

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