San Anselmo entiende, a la luz de la fe, que toda la creación, terrena y angélica, ha sido enteramente restaurada en María Inmaculada. En nuestra época en la que se le da un lugar privilegiado a la ecología, ¡esta mirada profunda es muy actual!:
«El cielo, las estrellas, la tierra, los ríos, el día, la noche y todas las criaturas que están sujetas al poder del hombre o dispuestas para su beneficio se regocijan, oh Señora Nuestra, de haber sido resucitadas por ti, de alguna manera, al esplendor perdido y de haber recibido una nueva gracia inefable.
Las cosas estaban como muertas porque habían perdido la dignidad original a la que habían sido destinadas.
Su finalidad era servir al dominio o a las necesidades de las criaturas a quienes correspondía elevar una alabanza a Dios.
Fueron aplastadas por la opresión y perdieron su vitalidad por el abuso de aquellos que se habían hecho siervos de los ídolos, a los que no estaban destinados.
Ahora, en cambio, casi resucitadas, se alegran de ser sostenidas por la maestría y embellecidas por el uso de hombres que alaban a Dios.
Ellas exultaron con una gracia nueva e inestimable al oír que Dios mismo, su Creador, no solo las gobierna invisiblemente desde lo alto, sino que también está visiblemente presente entre ellas y las santifica usándolas.
Estos bienes tan grandes procedían del fruto bendito del vientre bendito de María Santísima.
Por la plenitud de tu gracia, las criaturas que estaban en el infierno se alegran en el gozo de ser liberadas y las que están en la tierra se gozan al ser renovadas.
En verdad, por el muy glorioso Hijo de tu gloriosa virginidad, todos los justos se regocijan, liberados de su servidumbre, y los que murieron antes de tu muerte dadora de vida se regocijan con los ángeles porque su ciudad demolida se rehace de nuevo».
San Anselmo de Canterbury
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