El demonio pensó que privándome de la Comunión podría desanimarme y arrastrarme a su fiesta. Pero, a decir verdad, es mucho menos inteligente que el niño que yo era. Siendo solo un demonio, sus ojos no vieron, junto al niño, a una Mujer muy dulce que lo envolvía en su manto de virginidad. ¿Creía que con sus crueles maquinaciones sería el único capaz de derribar al pobre y débil niño que era yo? Pero no se imaginaba que iba a tener que retroceder y dar paso al poder de las avemarías que salían de la boca de este niño.
Satanás fue derrotado y la Santísima Madre triunfó. Ella era el único poder de este niño, un poder que frustraba todas las tácticas de Satanás. Oh, ¡cómo los santos nombres de Jesús y María sanaron todas las dolorosas heridas de mi corazón! ¡Fueron para mí una fuerza invencible en la lucha contra el enemigo! ¡Qué hermosos son estos nombres! ¡En la eternidad alabaré el santísimo nombre de nuestro Señor y el de su Santísima Madre!
Venerable Marcel Van (1928-1959), religioso redentorista vietnamita cuyo proceso de beatificación está en curso.
Extracto del boletín Amis de Van (Amigos de Van), número 82, octubre de 2021, pág. 9.