El monte de Efraín puede designar a la bienaventurada Virgen María, siempre Virgen, Madre de Dios, porque fue una montaña, la que por la dignidad de su elección supera a cualquier criatura elegida, por grande que esta sea. ¿No fue María una montaña muy alta, que elevó su cumbre llena de méritos por encima de todos los coros de los ángeles al trono de la divinidad y así logró concebir el Verbo eterno?
De hecho, profetizando su suprema dignidad, Miqueas dijo: "Al final de los tiempos, el monte del templo de Yahvé se asentará en la cima de los montes” (Mi 4,1). Y sí, era una montaña colocada en lo alto de las montañas porque la grandeza de María brilla por sobre todos los santos.
San Gregorio Magno († 604)