A pesar de que Satanás había seducido a Eva, llevando a Adán a seguirlo, Dios no solo nos dio un Redentor que con su muerte venció a la muerte, sino en la persona de la Mujer, la Madre de Dios, María siempre Virgen, que aplastó en sí misma y en toda la humanidad la cabeza de la serpiente, nos proporcionó una abogada infatigable ante su Hijo y nuestro Dios, una invencible defensora de los pecadores más empedernidos.
Por eso se le llama "Terror de los demonios", porque es imposible que el demonio destruya a un hombre mientras el hombre mismo no deje de recurrir a la ayuda de la Theotokos, la Madre de Dios.
San Serafín de Sarov
De la Iglesia Ortodoxa rusa (1759-1833)