La encíclica de Juan Pablo II, Fides et ratio (Fe y razón), trata un tema muy importante para la Iglesia y, a primera vista, muy alejado de la devoción a María. Quizás, incluso, ¿podría provocar rechazo en algunos porque hablar de filosofía, por un lado, no está lejos de la fe y, por otro, no está reservado a los intelectuales; mientras que la relación con María es una cuestión de corazón y no de razón?
Juan Pablo II, antiguo profesor de filosofía, concluye su encíclica con las siguientes palabras:
“En efecto, se puede entrever una gran correlación entre la vocación de la Santísima Virgen y la de la auténtica filosofía. Igual que la Virgen fue llamada a ofrecer toda su humanidad y femineidad a fin de que el Verbo de Dios pudiera encarnarse y hacerse uno de nosotros, así la filosofía está llamada a prestar su aportación, racional y crítica, para que la teología, como comprensión de la fe, sea fecunda y eficaz. Al igual que María, en el consentimiento dado al anuncio de Gabriel, nada perdió de su verdadera humanidad y libertad, así el pensamiento filosófico, cuando acoge el requerimiento que procede de la verdad del Evangelio, nada pierde de su autonomía, sino que siente cómo su búsqueda es impulsada hacia su más alta realización. Esta verdad la habían comprendido muy bien los santos monjes de la antigüedad cristiana, cuando llamaban a María «la mesa intelectual de la fe». En ella veían la imagen coherente de la verdadera filosofía y estaban convencidos de que debían philosophari in Maria.
Que el Trono de la Sabiduría sea puerto seguro para quienes hacen de su vida la búsqueda de la sabiduría. Que el camino hacia ella, último y auténtico fin de todo verdadero saber, se vea libre de cualquier obstáculo por la intercesión de Aquella que, engendrando la Verdad y conservándola en su corazón, la ha compartido con toda la humanidad para siempre”.
Atraído desde muy joven por la filosofía, después de haberla iniciado en el bachillerato y luego haber dedicado mi vida profesional a ella, las palabras de san Juan Pablo II, escritas en 1998, resuenan en mí de una manera muy particular. Muestran a todos que la filosofía es parte integrante de la vida de fe, acompañados de María.
De hecho, desde el principio, incluso los griegos, los paganos, luego los Padres de la Iglesia y los grandes doctores, incluido el doctor común que es Tomás de Aquino, supieron que la inteligencia es madre, ya que da a luz la verdad que recibe de lo real, la concibe, la gesta y la transmite. Es su fecundidad. El texto de Juan Pablo II también nos guía por el camino de la sabiduría, siguiendo la larga e ininterrumpida tradición de la Iglesia. De hecho, toda filosofía no es sabiduría ni amor a la sabiduría. Separar el trigo de la paja, nuevamente, es trabajo de la inteligencia ayudada por el raciocinio. Nada se conseguirá sin realizar este esfuerzo interior de la mano de María.
Michel Boyancé, profesor de filosofía, exdecano y director del l'IPC (Instituto de Filosofía Comparada de Paris), autor de Jean-Paul II, héritage et fécondité (Juan Pablo II, herencia y fecundidad), 2006, reedición 2014.