Conocemos esta confidencia del papa Francisco en los primeros años de su pontificado: “El Rosario es la oración que me ha acompañado en toda mi vida. También es la oración de los sencillos y de los santos. Esta es la oración de mi corazón”.
Sabemos menos sobre el pensamiento del papa Juan Pablo I, quien murió el 28 de septiembre de 1978, tan solo 33 días después de su elección. Esto es lo que dijo sobre la oración del Rosario:
“La crisis está precedida hoy por una crisis de oración en general. La gente está completamente absorta en sus intereses materiales; ya casi no pensamos en el alma; el ruido ha invadido nuestra existencia. Macbeth podría repetir: "¡Maté el sueño, maté el silencio!". Nos cuesta encontrar un momento para la vida interior y para la dulcis sermocinatio, la dulce conversación con Dios.
Personalmente, cuando hablo a solas con Dios o con la Virgen María, más que un adulto, prefiero sentirme como un niño. La mitra, el birrete, el anillo desaparecen; envío de vacaciones al adulto y al obispo, así como el porte serio, sereno y equilibrado, para entregarme a la ternura espontánea del niño frente a su papá o a su mamá. Estar ante Dios, al menos por una media hora, como realmente soy, con mi miseria y con lo mejor de mí: dejar libre desde lo más profundo de mi ser al niño de antaño, que quiere amar al Señor y que a veces siente la necesidad de llorar para que se le conceda misericordia, todo ello me ayuda a rezar.
El Rosario, oración sencilla y fácil, a veces me ayuda a volver a ser un niño y no me avergüenzo en absoluto”.