La festividad del Inmaculado Corazón de María, refugio de los pecadores, tiene su origen en el desaliento de un sacerdote.
La historia fue así: “Me vino un pensamiento a la mente. Era el pensamiento de la inutilidad de mi ministerio en esta parroquia”. Tal era el estado de ánimo del padre Desgenette, párroco de Nuestra Señora de las Victorias (París, Francia), en el mismo momento en que estaba a punto de subir al altar para celebrar la Misa el 3 de diciembre de 1836. En medio del desánimo, escuchó varias veces esta frase interior: “¡Consagra tu parroquia al Santísimo e Inmaculado Corazón de María! Conmovido por esta voz interior, consagró su parroquia la semana siguiente. A pesar de la muy pequeña difusión de su llamado, no solo una multitud acudió a la parroquia, sino que el párroco tuvo la alegría de presenciar la vuelta a Dios de muchos "peces gordos".
Era natural que el padre Lamy (1853-1931)1 se enterara de esta devoción. Convertido en párroco de La Courneuve, parroquia parisina, la introdujo y promovió entre su rebaño. La proximidad geográfica explica la influencia del santuario parisino, pero es sobre todo el mismo contexto difícil el que lleva al padre Lamy a recurrir a esta consagración. Posteriormente dará testimonio de los frutos de esta devoción afirmando que todos los acontecimientos decisivos de su parroquia tuvieron lugar en la fiesta del Inmaculado Corazón.
La piedad mariana tiene su origen en estas invitaciones dirigidas a san José, “¡No temas llevar a María, tu esposa, a tu casa!” y a san Juan, “He ahí a tu madre», y nos es entregada como herencia. Para alcanzar la plenitud de la estatura de Cristo, para crecer en el orden de la gracia, es necesario vivir en intimidad con la Madre de Dios. Esta es la experiencia del padre Desgenette y del padre Lamy: se desaniman ante la aparente inutilidad de sus esfuerzos, invocan a María y se les concede una fecundidad inesperada.
1 El Padre Lamy es el fundador de los Siervos de Jesús y María
Extracto de: Serviteurs