El icono milagroso de la Madre de Dios de Kazán tiene esa mirada triste de las Vírgenes Rusas que abrazan tiernamente al Niño Jesús contra ellas. Anteriormente cubierto con un oklad —una concha de oro o plata— y adornado con piedras preciosas, este icono tenía la reputación de devolver la vista a los ciegos, quienes agradecidos le ofrecían esmeraldas totalmente puras.
Conocemos su historia desde el gran incendio que destruyó parte de la ciudad de Kazán en 1579. El icono fue descubierto ese año bajo los escombros de una casa quemada. Lo encontró una niña de diez años, a la que se apareció la Virgen varias veces dándole la orden de buscar en ese lugar. Luego la Virgen de la imagen fue venerada como la "Libertadora de Rusia" y el icono se convirtió en el estandarte de las victorias contra los suecos o contra Napoleón. El último acto político del zar Nicolás II, en 1918, fue consagrarle su Imperio. El Zar detenido unos días después y, por orden de Trotsky, ejecutado junto con toda su familia.
El icono de Kazán desaparece en medio de los horrores de la Revolución Rusa. Muchos creyeron que había sido quemado en la gran quema de iconos e imágenes sagradas de este periodo, pero en 1965 se supo que estaba a la venta en una gran tienda de antigüedades de Nueva York, sin su oklad y muy dañado. El precio de venta, 500.000 dólares, era muy alto para la época y el gobierno soviético estaba en la lista de espera para adquirirlo, pero los rusos de la diáspora lo compraron y restauraron. Fue llevado a Fátima, debido a las profecías pronunciadas allí en favor de Rusia. Se conservó en la “Domus Pacis”, en una sala blindada de la capilla que se le había dedicado.
Ofrecido a Juan Pablo II durante una de sus visitas pastorales, encargó a su legado, el cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, que lo entregase a los rusos el 28 de agosto de 2004, fiesta de la Dormición de la Virgen, durante una larga ceremonia, propia de la rica liturgia ortodoxa, celebrada en el marco grandioso de la Catedral de la Dormición del Kremlin. En esa ocasión, el patriarca Alejo II agradeció al Papa "de todo corazón este acontecimiento, que es una contribución común para superar las consecuencias negativas de una historia del siglo XX marcada por una persecución sin precedentes contra la fe en Cristo".
Tomado de la revista AFALE Magazine, núm. 293, septiembre de 2004.