Reza tu Rosario, dice Dios,
y no te preocupes por lo que dijo aquel insensato:
que es una devoción obsoleta que será abandonada.
Esta oración —yo te lo digo—,
es un rayo del Evangelio:
y no me la van a cambiar.
Lo que me gusta del Rosario —dice Dios—
es que es sencillo y humilde.
Como fue mi Hijo.
Como fue mi Madre.
Reza tu Rosario: encontrarás a tu lado,
como compañeros, a todos los que aparecen en el Evangelio:
a la pobre viuda que no estudió
y al publicano arrepentido que olvidó el catecismo;
al pecador asustado que nos gustaría abrumar,
y a todos los desvalidos que su fe les ha salvado;
y a los buenos pastores, como los de Belén,
que descubren a mi Hijo y a su Madre.
Reza tu Rosario, dice Dios,
tu oración debe ir, ir y venir,
como las cuentas del rosario entre tus dedos.
Así que, cuando quieras, te lo aseguro,
recibirás el alimento adecuado,
que fortalece el corazón y tranquiliza el alma.
Vamos —dijo Dios— reza tu Rosario
y mantén tu mente en paz.
Charles Péguy (1873-1914), escritor y poeta francés.