En Damasco, actual Siria, san Juan Damasceno († c. 750), teólogo cristiano de origen sirio1, justifica la tradición sobre la Dormición de María:
Era necesario que aquella que en el parto había conservado intacta su virginidad, preservara su cuerpo sin corrupción, también después de su muerte. Era necesario que aquella que había llevado al pequeño niño, su Creador, en su seno, viviera en las moradas divinas.
Era necesario que la esposa que el Padre se había elegido, fuera a habitar al Cielo, la morada nupcial. Era necesario que aquella que había contemplado a su Hijo en la cruz y recibido luego en su corazón la espada de dolor que había conservado desde su parto, lo contemplara sentado a la derecha del Padre.
Era necesario que la Madre de Dios entrara en posesión de los bienes de su Hijo y fuera honrada como Madre y servidora de Dios por toda la creación.
Debido a su glorificación, se convirtió en la Reina (Basilissa), la Soberana (Despoina) de todas las criaturas.
Pío XII invocó la autoridad de Juan Damasceno en la doctrina de la Asunción y el reinado de María.
1 San Juan Damasceno es considerado santo, tanto en la Iglesia Ortodoxa como en la Iglesia Católica.
Extractos de F. Breynaert: À l'écoute de Marie (Escuchando a María), tomo II, Brive, 2007.
Marie de Nazareth