Las personas que hicieron alianza con Dios en la pila bautismal de Reims, se arrepentirán y volverán a su primera vocación. (...) Las faltas no quedarán impunes, pero la hija de tantos méritos [Francia], de tantos suspiros y tantas lágrimas no perecerá jamás.
Llegará un día, que esperamos no esté muy lejos, en el que Francia, como Pablo en el camino a Damasco, se verá envuelta en una luz celestial y oirá una voz que le repetirá: "Hija mía, ¿por qué me persigues?". Y a su respuesta: "¿Quién eres Señor?", la voz responderá: "Yo soy Jesús a quien tú persigues (...)". Y ella, temblando y asombrada, dirá: "Señor, ¿qué quieres que haga?".
Y Él, “Levántate, lava tus impurezas que te han desfigurado, despierta en tu seno tus sentimientos adormecidos y el pacto de nuestra Alianza, y vete, Hija Mayor de la Iglesia, nación predestinada, vaso elegido; vete como en el pasado a llevar mi nombre a todos los pueblos y reyes de la Tierra".
Papa san Pío X, Roma, 29 de noviembre de 1911, a los cardenales franceses durante su visita al Vaticano.