¿Cómo vivió la Virgen su primera Navidad? María también escuchó las palabras que explicaban el hecho que había visto y experimentado. Las palabras y acciones que María guardó en su corazón, para sí misma, con una escucha consciente, reflexiva e inteligente: el corazón significa todo esto. La escucha interior de María permanece, no es efímera.
La expresión del Evangelio “María guardaba todas estas cosas en su corazón” nos dice que María no conservó esos hechos de forma pasiva, como algo inerte, sino de forma activa y viva, relacionando y comparando una cosa con otra, tratando de comprender la lógica profunda, el sentido y la verdad de las cosas que pueden parecer no vinculadas o incluso contradictorias. Y esto es precisamente lo que hizo María. Por un lado, escucha las palabras que proclaman la gloria del Niño (palabras que ella misma había escuchado del ángel en la Anunciación) y, por otro lado, ve "un bebé envuelto en pañales y recostado en un pesebre". Es la discrepancia habitual entre grandeza y pequeñez, gloria y pobreza, lo que constituye la columna vertebral del acontecimiento cristiano. Escuchar a María se convierte así en una interpretación fiel y justa que arroja luz sobre el misterio de Jesús.
María no es solo la madre de Jesús, también es su intérprete más íntima. Nos explica la Navidad porque la Navidad no es fácil de comprender. Entonces, dejémonos guiar por María, que guardó todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Su corazón y su mente buscaban el hilo de oro capaz de unir los contrarios: un establo y "una multitud de ángeles", un pesebre y un "reino que no tendrá fin". Como ella, como los pastores y los sabios, también nosotros, al menos, conservemos el asombro: en Navidad el Verbo es un niño que no puede hablar, el Eterno es solo una vida que inicia, el Todopoderoso es un niño que solo sabe llorar. Dios siempre vuelve a empezar así, con pequeñas cosas y en un profundo silencio.
Dios decidió revelarse naciendo niño. Esta es la profundidad del misterio de la Navidad contado por el pesebre de Belén, el de nuestras iglesias y el de nuestros hogares. Durante treinta años, Cristo vivió esta vida humilde y sencilla para salvarnos. La vida que su Madre abrazó.
Mons. Francesco Follo, observador permanente de la Santa Sede ante la UNESCO.
31 de diciembre de 2014, Zenit.org.