6 de diciembre – Francia: Nuestra Señora de Sées – Italia, Siena: Nuestra Señora del Voto

«¡Afortunadamente te he protegido, hijo mío!»

En 2011, en un hermoso día de verano, tres amigos y yo estábamos en peregrinación en Medjugorje (Bosnia y Herzegovina) y todo había ido muy bien desde nuestra llegada a ese bendito lugar. En la mañana del tercer día, decidimos reunirnos a las 10 a.m. en la capilla de la adoración para hacer una hora de oración.

Pero, antes de irme, tenía que pasar por la oficina de información de la parroquia para informarme sobre las actividades del día, con la intención de luego dirigirme a esta capilla y reunirme con los otros tres. Al salir de la oficina, en el momento en que levanté la mano para agarrarme de la barandilla y descender cinco escalones, una fuerza misteriosa, que no se puede explicar en términos humanos, me levantó del suelo y fui lanzado al aire, aterrizando de cabeza en la acera de ladrillos empedrados...

Pero, ¡milagrosamente, apoyé la mano derecha sobre mi frente para amortiguar el impacto de la caída en la que había perdido todo control! Tras el violento golpe, mis lentes fueron proyectados lejos, pero no se rompieron. Y, volviendo en mí, escuché una voz que me susurraba al oído: «¡Te he protegido, hijo mío!».

En el mismo momento, una peregrina, que era además enfermera, exclamó: «¡Señor, señor, no se mueva! ¡Lo vi todo, tuvo una caída terrible y, para protegerle la columna, le puse mi suéter debajo de la cabeza y llamé a los paramédicos de inmediato!». Una hora después, en el hospital de Mostar, las radiografías no mostraron signos de fractura en la mano, ni en la espalda, tampoco en la cabeza.

Beneficiario de tal gracia, cómo no iba a agradecer: fue la Virgen María quien dirigió mi mano y así me protegió de serias fracturas en el cráneo o en otras partes.

 

Gilles, de Meurthe-et-Moselle, testimonio recibido el 21 de septiembre 2021.

 

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