Después de mi acción de gracias (1), examiné la forma en que había ofrecido el santo sacrificio; entonces recordé que había tenido una distracción; pero era solo un recuerdo confuso y me vi obligado a buscar por unos momentos cuál había sido el objeto. Me pregunté cómo había cesado esa distracción y el recuerdo de esas palabras que había escuchado me vino a la mente. El pensamiento me golpeó con una especie de terror. Intenté negar la posibilidad del hecho. (...) Y apoyé las manos en el reclinatorio sobre el que estaba arrodillado.
Al mismo tiempo —todavía no me había repuesto— estando solo en la sacristía, escuché estas palabras pronunciadas con claridad: "Consagra tu parroquia al Santísimo e Inmaculado Corazón de María".
Caí de rodillas y mi primera impresión por un momento fue de asombro. Eran las mismas palabras, el mismo eco, la misma forma de pronunciarlas. Hacia un momento trataba de no creer, quería al menos dudar. Pero ya no podía. Había oído. No me lo podía ocultar a mí mismo.
Decidí no preocuparme por lo que me acababa de pasar (…). Pero estas palabras: "Consagra tu parroquia al Santísimo e Inmaculado Corazón de María", resonaban constantemente en mi mente. Para liberarme de la impresión que me cansaba, me di por vencido y me dije: "Será siempre un acto de devoción a la Santísima Virgen que puede tener un buen efecto, intentémoslo".
Regresé a mi apartamento y, para deshacerme de ese pensamiento, comencé a redactar los estatutos de esta consagración. Tan pronto como puse la mano en la pluma, el tema se me hizo claro y los estatutos no tardaron en quedar redactados”.
Abad Desgenettes, párroco de Nuestra Señora de las Victorias, fundador de la cofradía del Santísimo e Inmaculado Corazón de María (1778 - 1860).
(1) Ver la primera parte del testimonio en Un minuto con María del 2 de diciembre 2021.