La festividad de la Asunción cae en pleno verano: el 15 de agosto. Esta fecha no es por azar. La asunción de María a la gloria celestial, "con su cuerpo y alma", en los términos de la definición dogmática del papa Pío XII, llega cuando las cosas están maduras. De hecho, la Asunción marca el final de la cosecha del misterio pascual. Constituye su coronación y el fruto se completa con el día de Todos los Santos (el dogma también fue proclamado el 1 de noviembre de 1950). Con la entrada de María al Cielo, la redención en Cristo alcanza su plena consumación.
Sin embargo, a pesar de su notoriedad, muchos de nuestros contemporáneos se preguntan por qué esta festividad tiene tanta importancia en el calendario litúrgico. Cuatro razones (más una en Francia) –aunque hay muchas más– justifican el lugar de este misterio mariano en el catolicismo.
En primer lugar, la asunción de María a la gloria celestial es la condición de posibilidad para el ejercicio de su maternidad espiritual hacia nosotros. (...) En el Cielo, la Virgen se preocupa por nosotros, mientras apoya la lucha de Dios contra Satanás, porque nadie lucha mejor que una madre por sus hijos.
En segundo lugar, la Asunción, al consagrar la maternidad de María, revela la verdad última del cuerpo humano. ¿Qué es el cuerpo? Es lo que, de nosotros, se vuelve hacia el mundo, hacia los demás y hacia Dios. El cuerpo expresa la capacidad de salir de nosotros mismos. También María, asumida en el Cielo, en cuerpo y alma, está ahora en continua relación con el mundo y con todos los hombres.
La Asunción, al sacar a la luz la dimensión central del cuerpo humano en la persona de la Madre de Cristo, nos revela también el misterio íntimo de nuestra persona. (...) La asunción de María a la gloria celestial, como icono profético de la Iglesia llamada a vivir en y con Dios, indica que, en la eternidad, ninguna dimensión de nuestra persona quedará fuera. Al contrario, Dios las recogerá todas, integrándolas unas con otras.
En tercer lugar, la Asunción preanuncia el reinado del hombre sobre el cosmos: el cuerpo glorioso establece una nueva relación de nuestras personas con la materia.
En cuarto lugar, la Asunción nos revela nuestro destino final. (…) La transfiguración de la Virgen en la gloria nos presenta el Cielo bajo una nueva luz. El mundo celestial ya no es una realidad incorpórea. A la derecha del Resucitado, el día de Pascua, está su Madre glorificada en su cuerpo. "La tierra nueva y los cielos nuevos", saludados por el Apocalipsis, están habitados por seres humanos de carne y hueso. ¿Qué mejor manera de decir esa verdad de que la gracia no destruye la naturaleza, sino que la lleva a su plenitud? El momento de la madurez sigue siendo el 15 de agosto…
“Un gran signo apareció en el cielo: una mujer…” (Apocalipsis 12,1). La Asunción, en última instancia, revela el misterio de la mujer. Ha llegado el momento de preguntarse si no es el cristianismo el que tiene la clave para comprender este misterio. “Cuanto más cristiana es una mujer, más mujer es”, dijo León Bloy. (…)
Finalmente, recordemos que Nuestra Señora ha sido la principal patrona de Francia en su misterio de la Asunción desde el voto de Luis XIII, el 15 de febrero de 1638, el cual establece a perpetuidad una procesión a la Virgen el 15 de agosto, en todo el reino de Francia.