Es importante recordar que san Luis María Grignion de Montfort nació en Bretaña. Y sería un error subestimar la influencia de sus raíces celtas. Un aspecto de la cultura celta parece haber penetrado profundamente en el corazón de nuestro santo: su espíritu guerrero.
En la antigüedad, los guerreros celtas siempre sembraban el terror en el corazón de sus enemigos. Estos despiadados luchadores fueron extremadamente efectivos en el combate debido a su incomparable pasión y ferocidad. A lo largo de la historia, se tenía el cuidado de evitarlos. El padre de Luis María, llamado Jean, debió ser descendiente de estos salvajes guerreros, ya que nadie quería relacionarse con él. ¡Tenía la reputación de ser el hombre con el temperamento más fogoso en toda Bretaña!
Luis María, a diferencia de su padre, ¿era dulce como un cordero? ¡Lejos de eso! Pero canalizó su ardiente pasión no hacia las amenazas y la violencia, sino al apostolado para la mayor gloria de Dios… ¡excepto una vez que derribó a dos borrachos que no dejaban de interrumpirlo mientras predicaba! Para darnos una idea de su notable celo, debemos mirar un poco su vida sacerdotal, la cual fue corta, pero sumamente productiva.
Cuando murió en 1716, san Luis María tenía solo 43 años y había sido sacerdote durante 16. Los trabajos incansables para traer almas a Jesús a través de María, en particular predicando una sucesión interminable de misiones parroquiales, provocaron su muerte prematura. Como si este trabajo agotador no fuera lo suficientemente duro, Luis María tuvo que soportar la persecución del mismo clero y de los herejes jansenistas. A pesar de todo ello, nuestro guerrero indomable siguió avanzando, predicando sin cesar el camino de la salvación en Jesús a través de María.
De hecho, cuando los líderes de la Iglesia de Francia creyeron que finalmente lo habían silenciado, hizo un viaje de más de 1000 kilómetros a pie hasta Roma, para consultar la sabiduría del Papa, quien le dijo no solo que regresara a Francia y que siguiera predicando, sino que además le otorgó el título de “Misionero Apostólico”.
La pasión y el celo de san Luis María Grignion de Montfort tuvieron un efecto extraordinario en el joven Karol Wojtyła, futuro papa Juan Pablo II. Unos años antes de su muerte, Juan Pablo II visitó la tumba del padre de Montfort. Declaró en esa ocasión: “Estoy feliz de comenzar mi peregrinación en Francia bajo el signo de esta gran figura. Sepan que le debo mucho a este santo y a su verdadera devoción a la Santísima Virgen”.
Adaptado por la redacción de Marie de Nazareth, a partir de un artículo del sitio One Hail Mary at a Time (Un avemaría en todo momento).