El papa Francisco, cuando llegó a Argentina, contó esta anécdota:
Una niña de 7 años estaba enferma y los médicos solo le daban pocas horas de vida. El padre, un hombre de fe, enloqueció y, en medio de su locura, tomó un autobús hasta la ermita mariana de Luján (provincia de Buenos Aires), a 70 km de su casa.
Cuando llegó, a las 9 de la noche, ya todo estaba cerrado. Se puso a rezar a la Virgen, tomando con las manos la verja de hierro. Rezaba y rezaba... y así pasó toda la noche. El hombre luchaba: estaba luchando ante Dios, por la curación de su hija. A las 6 a. m., tomó el autobús de regreso y llegó al hospital a las 9 a. m. Encontró a su esposa llorando. Pensó en lo peor:
—Pero, ¿qué pasó?
—Los médicos me dijeron que la fiebre ha desaparecido, que respira bien, ¡que no tiene nada! Saldrá en dos días, ¡pero no saben qué pasó!
Esto todavía sucede, ¿no? ¡Los milagros todavía existen! Pero, para obtener milagros, es necesario rezar con el corazón: una oración valiente, que lucha por alcanzar el milagro.
Adaptado de Zenit.org, 20 de mayo de 2013.