La prueba de los ángeles y María

Cuando, lejos de excluirlo, situamos al mundo angélico en el Apocalipsis bíblico, se aclara el misterio del mal.

Conviene por eso recordar brevemente que, si la misma Reina de los Ángeles fue sometida a una elección espiritual radical (fiat o non serviam), los espíritus angélicos también fueron probados en su libertad. Basado en algunas citas bíblicas dispersas, Tomás de Aquino enseña que los ángeles fueron creados en un estado de gracia, pero sin la visión de Dios.

Desde el momento de su creación tomaron conciencia de su naturaleza perfecta, lo que les trajo gran alegría y alabanzas, pero fueron inmediatamente (o quizás después de un cierto plazo) llamados por su Creador a desprenderse de su hermoso estado de naturaleza para elevarse aún más, por encima de sí mismos, a fin de vivir un destino sobrenatural superando, incluso en ellos, todo cuanto pudiera concebirse: contemplar a Dios cara a cara en un eterno y jubiloso éxtasis de amor (Ap 5,11).

Con teólogos como Agustín y Gregorio, Tomás de Aquino prevé una vez más que, en el momento en que fueron llamados así a la vida divina, Dios también les reveló su futura misión y lugar en el orden sobrenatural, en particular, su dependencia del futuro Verbo Encarnado y su Madre, llena de gracia, pero humilde hija de los hombres.

Para su mente pura, esto fue ciertamente una prueba, porque equivalía a pedirles que dejaran un orden que es bello y bueno en sí mismo para someterse a otro orden paradójico, que solo podía guardar su coherencia en un Amor divino que iba más allá de todas las exigencias de una naturaleza creada.

Para adherirse a tal plan, los ángeles tuvieron que abandonar su juicio como criaturas y aceptar confiar en su Creador. Esto era un acto de amor sobrenatural que fue, al mismo tiempo, una oportunidad de mérito y, por consiguiente, una oportunidad para cooperar libremente en su destino de eterna bienaventuranza. Ciertos místicos han sostenido que en este momento de la elección, los ángeles se sintieron reconfortados en su acto de abandono a Dios por lo que pudieron percibir el ser inmaculado de su futura Reina, tan humilde y tan cercana al Altísimo.

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