La gran objeción de algunos ante la Virgen María es la Inmaculada Concepción, es decir, el que María haya sido preservada del pecado original.
Quienes se empeñan en este punto imaginan que les están creando problemas solo a los católicos. En su mayor parte, no se dan cuenta de que los ortodoxos creen exactamente lo mismo, ciertamente, utilizando una expresión ligeramente distinta: la Toda Pura.
Sin embargo, incluso si uno es protestante, la Inmaculada Concepción es algo que parece ajustarse a las Escrituras. Es evidente que no fue María misma quien se eximió del pecado original, sino que se trata de un don de Dios. "El Poderoso ha hecho maravillas en mí", dice María en el cántico del Magníficat (Lc 1,49).
¿Y por qué Dios no podría hacer en María lo que había hecho en Eva? “¡Porque antes del pecado original, Eva no tenía pecado original!”, podrían responder; pero, ¿vamos nosotros a decirle a Dios lo que puede o no hacer? Este don excepcional de Dios para la Virgen María la Escritura lo afirma en varias ocasiones.
Primero es el arcángel Gabriel quien, dirigiéndose a María, le dice "alégrate" o "salve" porque en griego la salvación se dice jairé que significa “alégrate”. Entonces Gabriel dice kejaritoméne que significa "llena de gracia". ¿Qué quiere decir eso? No conocemos en toda la Biblia otra ocasión en la que un ángel de Dios salude a un hombre o mujer de esa manera. Entonces, ¿debe entenderse que el ángel solo le dice a María que tuvo "mucha suerte"? Obviamente no. Las palabras del ángel tienen un significado real y pleno.
Hervé Marie Catta