Sin dudarlo, tomé mi bolso y ocupé mi lugar en el autobús. Todo estaba listo [para ir a Medjugorje]. ¡Qué llamado! Gracias, María.
Antes de esta peregrinación, me deshice del peso de mi pasado sobre mi presente. Mis maletas pesaban demasiado como para cargarlas. Me impedían avanzar, vivir el presente, ser feliz.
En la cima de Podbordo, colina de las apariciones, conocí a la Virgen María. Arrodillándome a sus pies, sentí una increíble calidez de amor maternal: María me abrazó. Estuve allí, muy joven, con las intenciones de todos aquellos a los que amo, con las preguntas concretas para las que vine a buscar respuestas. Demasiado fácil fue mi petición... Jesús y María le dan tiempo al tiempo y puedo decir hoy que tienen toda la razón. Nos conocen mejor que nosotros mismos.
Desde entonces he tenido dos encuentros muy fuertes, entre ellos uno con un dominico: “Sobre todo, no sueltes la mano de María tu Madre”. La Virgen está a mi lado todos los días y me guía hacia su Hijo. Hoy comprendo cuánto nos ama, cuánto necesita nuestro amor. Poco a poco dejo mis maletas. ¡La vida es bella! ¡Estas son las gracias de Medjugorje! ¡Amén!
Ticha Club Medj