A medida que las barreras contra el COVID-19 conducían a una disminución en la asistencia a Misa, los católicos en el oeste de Oregón, Estados Unidos, oraban más en casa.
Como en muchos hogares, Michèle Rasks y su familia tuvieron que adaptarse rápidamente a la situación, rezando el Rosario en familia e invitando a otros familiares a rezar con ellos en línea. “Decidimos llevar la Iglesia a nuestro hogar lo mejor que pudimos”, dice Michèle. Los retos planteados por la pandemia en realidad mejoraron su salud espiritual: “Nos obligó [la pandemia] a crecer espiritualmente. La forma de vida a la que estábamos acostumbrados se sacudió, pero nos dio la oportunidad de conocer nuestra fe de diferentes formas. Se necesitó un nivel diferente de disciplina. Michèle tuvo que ayudar a sus hijos a seguir las clases desde casa y la oración la ayudó a asumir esta nueva tarea.
Angela Stout, madre de tres hijos, uno de los cuales tiene 7 meses, comenta: “¡Qué año tan loco!”. Ella y su esposo se toman un tiempo durante el día para orar en casa. También rezan en pareja por la mañana y por la noche. A menudo, se toman el tiempo para sentarse a decir una oración espontánea, según las necesidades del momento. “Los niños no cantan perfectamente —dice Ángela— pero ahí están. A veces incluso se quedan dormidos en medio de una oración. Ella les da folletos del Rosario a los mayores y los ayuda a orar por las intenciones que más les preocupan. De vez en cuando, ayuda a los pequeños a rezar para superar el miedo y la ansiedad.
Reconociendo que los católicos buscan mejorar su vida de oración en el hogar, el periódico diocesano Oregon Catholic Press ofrece ideas prácticas. Joyce Campbell, colaboradora de este periódico, ha escuchado que muchos católicos rezan el Rosario en casa, a veces con otros en línea. “Quieren mantener un vínculo con los demás”, dijo. Muchos participan en el Rosario de la Divina Misericordia en vivo todos los días.
Adaptado de un artículo de Ed Langlois para el Catholic Sentinel, 25 de agosto de 2020.